12 de las peores ideas que las religiones le han dado a la humanidad

Estos conceptos engañosos incitan al conflicto, la crueldad y el sufrimiento.

Publicado por Valerie Tarico para Alternet el 21 de Enero de 2015, traducción propia – Fuente.

Existen algunas innovaciones tecnológicas de la humanidad que nos han traído muchos problemas: la tortura medieval, la bomba atómica y los venenos polvorizados de plomo, por ejemplo. Las religiones tienden a inventar ideas o conceptos más que tecnologías, sin embargo, al igual que cualquier otra actividad humana, éstas suelen producir algunas realmente malas junto con las buenas.

Ya he hablado con anterioridad sobre los mejores conceptos morales y espirituales de la humanidad, nuestro núcleo moral compartido. Aquí, sin embargo, están algunos de los peores. Estos doce conceptos turbios promueven el conflicto, la crueldad, el sufrimiento y la muerte más que el amor y la paz. Parafraseando a Christopher Hitchens, merecen estar en el basurero de la historia tan pronto como podamos depositarlos allí.

1. Los elegidos

El término se refiere típicamente a la Biblia Hebrea y a la nefasta idea de que Dios le ha dado a ciertas tribus una Tierra Prometida (aún cuando esta esté ocupada por otra gente). Pero la realidad dice que muchas sectas siguen una sola versión de este concepto. El Nuevo Testamento identifica a los Cristianos como los elegidos. Los Calvinistas hablan de “los elegidos de Dios”, creyendo que ellos mismos son esos pocos seres especiales elegidos antes del comienzo de los tiempos. Los Testigos de Jehová creen que 144.000 almas tendrán un espacio propio después de vivir. En muchas culturas se pensaba que ciertas familias de sangre privilegiadas y poderosas descendían directamente de los dioses (en contraste con el resto de la gente).

Las sectas religiosas son inherentemente tribales y divisivas porque compiten haciendo afirmaciones mutualmente exclusivas y prometen bendiciones o recompensas después de la muerte que ninguna otra secta puede ofrecer. “Símbolos de pandilla” tales como cortes especiales de pelo, trajes, señales gestuales y jerga diferencian a los miembros de los forasteros, haciéndoles entender a ambos grupos de forma sutil (o no tanto) que los miembros de esa secta son inherentemente superiores.

2. La herejía

Los herejes, kafir, o infieles (para usar el término católico medieval) no son sólo forasteros, sino también sospechosos morales y son vistos como menos que un humano. En el Tora, los esclavos arrebatados entre extranjeros no merecen tener las mismas protecciones que los esclavos hebreos. Quienes no creen en un Dios son corruptos, y hacedores de cosas abominables. “No hay nadie [entre ellos] que haga cosas buenas”, dice el sermonero.

El Islam enseña el concepto de «dhimmitude» y provee reglas especiales para subyugar a las minorías religiosas, con los monoteístas teniendo mejor trato que los politeístas. El cristianismo difumina la línea entre los conceptos de no creyente y malvado. En cualquier caso, los herejes son una amenaza que necesita ser neutralizada por la conversión, la conquista, el aislamiento, la dominación o, en los peores casos, el genocidio.

3. La guerra santa

Si la guerra puede ser santa, todo vale. La Iglesia Católica Romana medieval condujo una campaña de veinte años de exterminación contra los Cristianos Cátaros herejes del sur de Francia, prometiendo su tierra y posesiones a los verdaderos Cristianos que se anotaron como cruzados. Las tribus musulmanas Sunni y Shia se han estado exterminado mutuamente durante siglos. Las escrituras hebreas recapitulan las batallas en las cuales su Dios de la guerra, Yahweh, los ayudó no sólo a derrotar a su enemigo sino también a exterminar las culturas pastorales que ocupaban su “Tierra Prometida”. Con respecto a las últimas guerras santas, tales como el surgimiento moderno de ISIS, la sanción divina les permite matar a los ancianos y a los niños, quemar plantaciones, y raptar vírgenes femeninas como esclavas sexuales, todo al mismo tiempo que retienen para si mismos un sentimiento de superioridad moral.

4. La blasfemia

La blasfemia es la noción de que algunas ideas son inviolables, sin lugar para la crítica, la sátira, el debate, o su cuestionamiento. Por definición, la crítica de esas ideas es una atrocidad, y es precisamente esta emoción (la ira) la que provoca el crimen de la blasfemia en los creyentes. La Biblia prescribe la muerte para los blasfemos; el Corán no, pero el pensamiento de «muerte a los blasfemos» se convirtió en parte del Shariah durante el medioevo.

La idea de que la blasfemia debe ser prevenida o vengada ha causado millones de asesinatos y otros horrores durante siglos. Tal y como escribí, el blogger Raif Badawi está a la espera del azote en Arabia Saudita (1000 azotes en series de 50) mientras su esposa e hijos huyeron a Canadá para pedir ayuda a la comunidad internacional.

5. El sufrimiento glorificado

Imaginen sociedades secretas de monjes azotándose sus propias espaldas. La imagen que primero viene a la mente viene probablemente desde la novela «El Código Da Vinci» de Dan Brown, pero no fue él quien la introdujo. Una premisa básica del Cristianismo es que la tortura correctora (si es lo suficientemente intensa y prolongada) puede arreglar, de alguna manera, el mal hecho por el comportamiento pecador y malvado. Hay millones de crucifijos dando vueltas en el mundo como testamentos de esta creencia. Los musulmanes Shia se golpean con látigos y cadenas durante Aashura, una forma de sufrimiento santificado llamada Matam que conmemora la muerte del mártir Hussein. La autonegación en la forma del ascetismo y el ayuno es parte de las religiones orientales y occidentales, no sólo porque la privación induce estados alterados, sino porque la gente cree que el sufrimiento nos acerca de alguna manera a la divinidad.

Nuestros ancestros vivieron en un mundo donde el dolor venía espontáneamente, y la gente casi no tenía control sobre ello. Una aspirina o almohadilla de sanación hubieran sido milagros para los escritores de la Biblia, el Corán, o Gita. Enfrentando el sufrimiento incurable, el mejor consejo que daba la religión era reclinarse o tratar de buscarle un sentido. El problema, por supuesto, es que el sufrimiento glorificado (convertirlo en un bien espiritual) ha hecho que la gente sienta más ganas de inflingirlo no sólo en si mismos y sus enemigos, sino en aquellos desesperanzados, incluyendo los enfermos, los moribundos (como son los casos de la Madre Teresa y los Obispos Norteamericanos) y los niños (como el movimiento patriarcalista golpeador de niños).

6. La mutilación genital

Los primates han utilizado el sacrificio y otras modificaciones corporales para definir su membresía tribal a lo largo de la historia. Pero la mutilación genital le permitió a nuestros ancestros algunos beneficios adicionales (si se les puede llamar así). La circuncisión infantil en el Judaismo sirve como símbolo de membresía tribal, pero también sirve para probar el nivel de dedicación de los adultos convertidos. En una historia de la Biblia, un jefe de tribu acepta convertirse y subordinar su clan al procedimiento como muestra de dedicación al tratado de paz. (Mientras los hombres yacen incapacitados, la ciudad entera es arrasada por los Israelitas.)

En el Islam, la circuncisión adulta dolorosa sirve como ritual de entrada al masculinismo, la iniciación en un club poderoso. En contraste, en algunas culturas musulmanes, cortar o quemar el clítoris femenino y los labios vaginales establecen la sumisión de la mujer al reducir la excitación y goce sexual. Se estima que, anualmente, dos millones de mujeres se entregan al procedimiento, con las consecuencias siendo hemorragia, infección, dolor al orinar y muerte.

7. El sacrificio de sangre

En la lista de las peores ideas religiosas, esta es la única que parece estar en sus momentos finales. Sólo algunos Hindúes (durante el Festival de Gadhimai, la diosa del poder) y algunos Musulmanes (durante Eid al Adha, el Banquete del Sacrificio) siguen con sus sacrificios y matanzas rituales de animales en escala masiva. Las escrituras Hindúes, incluyendo Gita y Puranas, prohiben la matanza ritual, y muchos Hindúes ven con malos ojos la práctica basada en el principio de ahimsa, pero persisten como residuo de la religión folclórica.

Cuando nuestros antiguos ancestros rajaban las gargantas de humanos y animales, cortaban sus corazones o enviaban el humo de los sacrificios hacia el cielo, muchos creían que estaban literalmente alimentando a seres supernaturales. En todo este tiempo, en muchas religiones, el razonamiento cambió: los dioses no necesitaban tanto alimento como signo de devoción y castigo. El sacrificio residual de niños en la Biblia Hebrea (si, está ahí) típicamente tiene esta función. El foco persistente del Cristianismo en la cura de pecados basada en la sangre (la noción de Jesús como el mayor chivo expiatorio sin imperfecciones, la «apropiación» final del pecado humano) es, con suerte, la última iteración de la gran fascinación de la humanidad con los sacrificios de sangre.

8. El Infierno

Ya sea que estemos hablando del Cristianismo, el Islam o el Budismo, una vida de ultratumba con demonios, monstruos, y tortura eterna fue el peor sufrimiento que las mentes de la Edad de Hierro pudieron concebir y que las mentes de la Edad Media pudieron elaborar. Inventados, quizás, como forma de satisfacer el deseo humano de justicia, el concepto del Infierno se convirtió en una herramienta para ejercer el sufrimiento y la creencia.

Muchos Budistas ven al Infierno como una metáfora, un viaje al mal desde adentro de uno mismo, pero las descripciones de monstruos torturadores y de los niveles del Infierno pueden ser demasiado explícitas. De la misma forma, muchos Musulmanes y Cristianos se apresuran en asegurar que es un lugar real, lleno de fuego y agonía de no creyentes. Algunos Cristianos han ido aún más allá al insistir que los gritos de los descastados pueden ser escuchados desde el centro de la Tierra o que observar su agonía desde lejos será uno de los placeres del paraíso.

9. El karma

Al igual que el Infierno, el concepto del karma ofrece un incentivo egoísta por el buen comportamiento («te va a volver») pero tiene un gran costo. El principal de estos costos es el tremendo peso de la pasividad cultural en la cara del dolor y el sufrimiento. En segundo lugar, la idea del karma santifica la práctica extendida de la humanidad de culpar a la víctima. Si lo que se va, vuelve, entonces los chicos discapacitados, los pacientes de cáncer o los pobres intocables (…) deben haber hecho algo en esta u otra vida para llegar a ese estado.

10. La vida eterna

Para nuestros sucios y atentos ancestros, la idea de paredes con gemas incrustadas, calles de oro, fuentes de la juventud, o una eternidad de coros angelicales (o sexo con vírgenes) hubieran parecido puras bendiciones. Pero no se necesita pensar mucho para darse cuenta de qué tan nefasto sería este paraíso eterno: una repetición sin fin de días de la marmota imposibles de cambiar (porque ¿cómo podrían cambiar si ya alcanzaron la perfección?).

La verdadera razón por la cual la noción de la vida eterna es una mala invención, sin embargo, es el grado en que reduce y degrada la existencia en este plano. Con los ojos siempre apuntando al cielo, no podemos admirar la belleza intrincada debajo de nuestros pies. Los creyentes devotos ponen su energía espiritual a la tarea de prepararse para un mundo por venir en lugar de admirar el mundo salvaje y precioso que se nos dió.

11. La propiedad masculina de la fertilidad femenina

La noción de que las mujeres son yeguas de cría o los niños son solo objetos quizás no haya tenido su origen en la religión, pero la idea de que las mujeres fueron creadas para este propósito, la idea de que las mujeres que mueren en los partos implica que “ellas fueron creadas para eso”, ciertamente lo es. Las religiones tradicionales aseguran, con ciertos grados de variación, que los hombres tienen un derecho otorgado por Dios de dar a la mujer en matrimonio, llevarlas a la guerra, excluirlas del cielo, y asesinarlas si el origen de su descendencia no puede ser verificado. De ahí viene la obsesión maníaca del Catolicismo con la virginidad de María y las mártires femeninas.

A medida que nos aproximamos a los límites del soporte de vida de nuestro sistema planetario y vemos la distopía en la cara, definir a las mujeres como criadoras y a los niños como objetos se convierte en algo más costoso. Sabemos que la escasez de recursos es causa de conflictos y que la demanda de agua y tierra fértil crece, aún cuando ambos recursos están en declive. Y aún así, un Papa que se jacta de preocuparse por los pobres desesperados los sermonea con respecto a la anticoncepción mientras que los líderes musulmanes prohiben la vasectomía para tratar de superar en número a sus enemigos.

12. La bibliolatría (o adoración del libro)

La gente preliterada daba a entender sus mejores predicciones sobre dioses y bondad a través de la tradición oral, y hacían objetos a partir de piedra y madera, ídolos, para canalizar su devoción. Sus nociones de lo que estaba bien y lo que era real, y cómo vivir en comunidad moral mutua, fueron libres de evolucionar a medida que la cultura y la tecnología cambiaban. Pero con la invención de la palabra escrita, todo eso cambió. Mientras nuestros ancestros de la Edad de Hierro grababan y compilaban sus ideas en textos sagrados, esos textos permitían que su entendimiento de dioses y bondad se convirtieran en estáticos. Los textos sagrados del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam prohibían la adoración a ídolos, pero con el tiempo los textos en si se convirtieron en ídolos, y muchos creyentes modernos practican (esencialmente) lo que es la idolatría al libro, también conocida como bibliolatría.

“La fe en el Islam es perfecta, por eso no se permiten innovaciones a la religión”, dice un joven musulmán explicando su fe online. Su argumento traiciona una falta muy ingenua de información sobre los orígenes de sus propios dogmas. Pero, más abarcativamente, resume los desafíos que tienen todas las religiones a la hora de moverse hacia adelante. Imagínense si un físico dice, “Nuestro entendimiento de la física es perfecto, no necesitamos que el campo tenga más innovaciones.”

Los adherentes que creen que su fe es perfecta, no son solamente ingenuos o están desinformados. Están estancados en su desarrollo, y, con respecto a las mayores religiones del mundo, están atados a la Edad de Hierro, una era de violencia, esclavitud, desesperación y muerte temprana.

Irónicamente, la mentalidad de que nuestros textos sagrados son perfectos traiciona la búsqueda misma que motivó a nuestros ancestros para escribirlos. Cada uno de los escritores de la Biblia, el Corán, o el Gita tomó su tradición recibida, la revisó, y ofreció su mejor articulación de lo que está bien y es real. Podemos honrar la búsqueda de nuestros ancestros espirituales o sus respuestas, pero no podemos hacer ambas cosas.

Los apologistas religiosos, con frecuencia, intentan minimizar, negar o explicar los pecados de la escritura y los males en la historia religiosa. “No era realmente esclavitud.” “Ese era el Viejo Testamento.” “No era eso lo que quería decir.” “Hay que entender qué tan malos eran realmente sus enemigos.” “Los que hacen daño en nombre de Dios no eran/son verdaderos (Cristianos/Judíos/Musulmanes).” Tales tópicos pueden confortar, pero negar los problemas no los resuelve. En realidad, es lo contrario. El cambio viene con la introspección y la perspicacia, el esfuerzo de aceptar nuestras derrotas y fallas al mismo tiempo que aceptamos nuestra fuerza y potencial de crecimiento.

En un mundo abundante de humanidad, armado con bombas, ametralladoras, armas nucleares y drones, no necesitamos defensores del status quo religioso: necesitamos una reforma real, tan radical como aquella del Siglo XVI y mucho más extendida. Basta con darnos cuenta de las peores ideas de la religión para tener alguna esperanza de abrazarnos a lo mejor.

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